Al igual que la muerte o la salud mental, la desigualdad, la opresión y la explotación son algunos de los llamados "temas desafiantes" de la literatura infantil y juvenil. Nos cuesta hablar de ellos ya sea por tabú, pudor o vergüenza. No sabemos muy bien cómo abordarlos y generar conversaciones en torno a estas situaciones que son, sin embargo, parte de nuestra sociedad.
En La página de arriba, Canizales, su autor e ilustrador, acepta el desafío y decide tratar de estos temas tan complejos mediante el humor y la sátira. Este libro se abre hacia arriba, quedando el canalón, (la zona de los márgenes interiores del libro, dónde se genera el pliegue de los folios), de forma horizontal lo que jugará un papel clave en esta historia. Y es que como en todo libro álbum que se respeta, Canizales usa a su favor la materialidad del libro para transmitirnos mensajes simbólicos y darle sentido a la lectura. Ese pliegue, a lo largo de la historia, actúa como una frontera infranqueable, donde si bien los protagonistas principales comparten la misma doble página e interactúan entre ellos, en ningún momento se juntan, ni se mezclan en una misma página. Algunos ecos de nuestra realidad se hacen entrever, por ejemplo, en la segregación socioecónomica de la estructura urbana de la capital chilena.

El libro inicia con dos animales, un elefante en la parte inferior, sosteniendo con sus patas a un león. Una vez más, la elección de los animales no parece ser al azar, el león siendo popularmente conocido como el rey de la selva, y el elefante, vestido de adornos, nos recuerda a esos paseos exóticos que se venden a turistas en países asiáticos.
A medida que vamos pasando las páginas, otros animales aparecen y sirven al protagonista en condición de superioridad. Una vaca produce algo de queso, una gallina un huevo fresco, hasta que la situación ya no da para más.
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La historia da giros y vueltas, y el libro en nuestras manos no se salva de aquello. El álbum se vuelve interactivo. Mediante la sátira y un brillante sentido del humor, Canizales saca carcajadas a peques y grandes, sin dejar de lado un trasfondo con un sabor profundamente amargo. Y es que las personas adultas vemos cosas que las y los peques no, por su falta de experiencia. Pasamos de una jerarquía vertical, que nos recuerda a las sociedades feudales y latifundistas a una forma de tomar el libro horizontal, haciendo un paralelo con nuestros incesantes debates políticos actuales de izquierda y derecha. Pero inexorablemente notamos que la situación siempre va a ser más cómoda para algunos pocos (y no necesariamente siempre los mismos), o por lo menos así seguirá siendo mientras esos pocos tengan un afán de poder y una voluntad expresamente opresora y de sumisión.
Usando recursos propios del álbum y tomando prestados algunos de la novela gráfica, el autor nos habla de opresión, de desigualdad socioeconómica, nos hace reflexionar en torno a la sobreexplotación de los animales domesticados, al esfuerzo colectivo en beneficio de una minoría y a la necesidad de realizar el ejercicio empático y ponerse en el lugar de los demás.