La cerdita Olivia, creada por Ian Falconer hace más de dos décadas, ha sido y es un éxito mundial. Tiene cantidad de productos derivados como muy pocos personajes literarios tienen: juguetes, un programa de televisión, libros relativos a la serie (no firmados por Falconer)... Nada que envidiar a otros personajes de la pantalla pequeña que arrasan entre las y los pequeños.
A la fecha, son 8 los libros protagonizados por la cerdita traducidos al español y publicados en Chile, y si bien se pueden leer de forma totalmente independiente, notamos cierta evolución en el arte de la ilustración.
Ian Falconer mantiene una paleta de colores escueta, no usa más de tres en el primer libro (blanco, negro y rojo), ampliándola a cuatro en los títulos siguientes, agregando toques de verde, lo que cambia radicalmente en Olivia en Venecia con una explosión de colores.

Y si bien la técnica mayoritariamente usada es el dibujo, también recurre a técnicas mixtas, mezclando dibujo y fotografía en una misma ilustración, emplea también el collage y salpicado de pintura.
Pero se puede comprender la indudable popularidad de la que goza Olivia por la cercanía que ofrece el personaje, su carácter y personalidad a prueba de balas, su energía y entusiasmo inagotables. Esta cerdita puede cansar a sus cercanos, (hasta ella se cansa de sí misma, se nos menciona), pero definitivamente no a quienes disfrutan de sus aventuras y travesuras, ya sean peques o lectores adultos.
Pero además de popular, Olivia y todos sus rasgos de personalidad son simplemente geniales. Y a continuación, te cuento porqué.

A Olivia le encanta visitar lugares patrimoniales y maravillas del mundo: disfruta de unas vacaciones en Venecia y visita las pirámides de Egipto en sus sueños. También conoce muy bien los monumentos arquitectónicos más famosos, pues es capaz de reproducir el Empire State Building con arena en un día de playa. Disfruta de las artes y se interesa por la cultura: le gusta mucho leer, visitar museos y le entusiasma ver espectáculos de ballet.

En breve, y pese a su cortísima edad, Olivia tiene un bagaje cultural enorme.
Y todo ese bagaje, Ian Falconer lo plasma y transmite a la persona lectora a través del uso de la intertextualidad, es decir, haciendo referencias artísticas directas, ya sea mostrando a Olivia imitando a las personas que admira o incluyendo fotografías de ellas, pero también integrando obras artísticas y arquitectónicas a sus ilustraciones.

El libro en general es, por sí solo, un objeto cultural y el libro álbum particularmente, una de las primeras aproximaciones que tienen niños y niñas hacia las artes visuales, pudiendo ser considerado una obra de arte. Pero además de todo esto, Ian Falconer usa este soporte para invitar a las y los lectores a acercarse aún más a la cultura y seguir ampliando su vida cultural. Y lo hace de una manera muy divertida, mediante una protagonista encantadora.
En el proceso, rompe uno de los estereotipos más arraigados en nuestra sociedad: que las personas que disfrutan de desarrollar sus facultades intelectuales mediante la lectura y la apreciación de las artes en general son personas aburridas, poco sociables y carentes de sentido del humor.
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